ALBERT YBARRA - Giocondas, yacarés y otras yerbas
- CARLOS LEZCANO y NATALIA SCHEJTER
- 29 sept 2019
- 9 Min. de lectura

Albert Ybarra es un artista plástico fundamental en la escena local contemporánea correntina y regional.
Esencialmente pintor, posee un gran conocimiento de los materiales que manipula con solvencia; sus cuadros adquieren formas narrativas con guiños a la historieta y citas de personajes relevantes de la historia del arte que confluyen en una obra solida e interesante.
Sus personajes viven en escenarios claramente regionales como algunos pastizales, orillas de ríos o campos desolados.
En el cosmos de Ibarra hay mucho de realidad real y mucho de apariciones de personajes fuera contexto como La Gioconda con Maradona o Van Gogh tomando mate, Velázquez, San Martin, Sarmiento o Belgrano junto a yacarés, vacas o carpinchos.
Las imágenes se ordenan según el criterio del artista en rara convivencia, a veces delirante, a veces con humor y otras al borde de la sordidez.
Los secretos de esas uniones permanecen en el mundo interior de este pintor de las madrugadas que produce incesantemente obras de entresueños.
El pintor pinta abstraído, con música variada en la noche de Corrientes. Sus personajes se dejan pintar tal vez porque “las sombras no contestan”.
¿Cuánto mundo puede entrar en el envase de un producto industrial? El pincel de Ybarra tiene la capacidad de hacer aparecer en el dorso de una caja de leche, un universo histórico, personal y regional que fusiona con humor e ironía. En un espacio pequeño hace convivir objetos y personajes impensados con una calidad plástica meticulosa. Ybarra es un pintor de 30 años de oficio cotidiano y una vida modesta que nos recuerda a personajes de la historia del arte universal como Van Gogh, y no solo porque sea uno de los artistas más citados en sus cuadros. A diferencia de aquel, el correntino es cada vez más reconocido en el ámbito de las artes visuales. Durante el mes de agosto expuso en el Museo Provincial de Bellas Artes una muestra que denominó “Todas las estaciones” y en el mes de mayo participó en ArteCo, el primer mercado de arte correntino, sin pasar desapercibido.
Los que conocen la obra de Ybarra se fascinan, nadie queda indiferente frente a un cuadro suyo, no solo por su talento y calidad pictórica, ni por el humor y la ironía que condensa magistralmente en pequeño formato, nos maravillamos con su obra porque como dijo su colega libreño Alejandro Rodriguez: “Albert Ybarra es nuestro, es tuyo, es mío, y es de todos los que sentimos esa alegría enorme por su obra, por saber de él, y que esta entre nosotros, que es lo más importante, es nuestro contemporáneo. Es un pintor correntino, ¡Viva, viva Corrientes, viva Albert Ybarra, viva el arte correntino!”.
¿Cómo comenzaste a pintar?
Me acuerdo que me impactaba cómo era el efecto de la pintura, porque me gustaba la magia, como juguete de niño, y lo que veía de la pintura era que la mezcla era algo mágico. El rojo era amarillo que se volvía naranja o que se volvía verde por ejemplo, azul, amarillo y el violeta; iban saliendo los colores.
¿Y quién te enseñó eso?
Lo habré visto y experimentando directamente. En el jardín de infantes. No creo que haya visto a alguien hacerlo. En la temprana edad se suele jugar con la pintura, pero ahí uno no descubre una vocación, porque es muy chico, sólo era un juego. Cuando fui más grande me regalaron pinturas para tela, recuerdo que era una caja. Bueno ahí experimenté y pinté.
¿Cuántos años tenías ahí?
Ya estaba en la Academia de Bellas Artes… y 25 por ahí podría ser. Tuve dos entradas al Josefina Contte, entre salí, fui a Arquitectura, después volví.
¿Y a qué maestro recordás?
A todos, pero podría nombrar a Fernanda Toccalino, Hugo Justiniano, José Mizdraje, Mabel Vílchez y José Ramírez.
En tu obra están presentes nuestros paisajes y en ellos aparecen personajes históricos y populares, la Mona Lisa, Velázquez y Van Gogh.
Casi siempre interpretaba personajes así como Picasso, los próceres incluía de vez en cuando, por ahí no sentía mucho el paisaje pleno, no quería ser un paisajista, un lugareño o pintar lugares, recintos o surrealismo. No me llegaba mucho, quería que todo esté incluido como una historia, historieta o cuentos.
¿Cómo trabajas la composición?
Por ahí tengo definido el esquema, voy tirando líneas y digo “este va a ser el fundamento” de la futura pintura. Pero a veces tengo una sola cara, no tengo nada prácticamente; la ubico en un lugar posible donde pueda desarrollar un medio cuerpo o un cuerpo entero, y de ahí vendrá todo el resto.
Por lo tanto primero invitás a un personaje…
Sí, sí. Convocó al personaje que va a ser el centro, aunque a veces no es el centro el primero que hago. Porque todo es un poco dinámico que se va modificando.
Hay una narración que puede estar vinculada a la historieta ¿no?
Sí. Estoy acostumbrado a hacer un poco de humor gráfico. Y a veces eso se representa en una sola imagen, es como un chiste que tiene que estar.
Todo tiene que estar en el cuadro y en lo posible que no haga falta que tenga que explicarse demasiado.
Y ahí aparece por ejemplo La Mona Lisa cebándole mate al yacaré.
Claro, son acciones que a veces le da fuerza o son parte principal.
También hay muchos animales regionales, yacarés, carpinchos, avestruces que tienen gestos humanizados al lado de estos personajes históricos.
Sí, para mí es divertido ponerlos a la par con cualquier personaje humano, aunque normalmente el humano es el que le da un anclaje mayor al cuadro, lógicamente, el de mayor personalidad. Aunque el animal, tiene un lugar un poco fantástico en la forma en que lo hago, porque no es muy naturalista, muy real.
¿Trabajas directamente la obra o haces muchos bocetos?
Boceto muy poco. En general me lanzo con un retrato de lo que fuere, un animal, una perdiz, un yacaré; difícilmente parto del paisaje aunque llegue al paisaje.
Hay dos cosas que aparecen siempre en tu pintura, un Citroën y una camioneta vieja.
Sí, a mí me gustan los autos antiguos, esas texturas aún de autos rotos, me gusta las cosas como una excusa para el color. Pero no me gusta una cosa que sea de un solo color, trato de encontrar muchos matices.
Y tus “naturalezas muertas” tienen personajes que les dan “vida”, como por ejemplo el de la manzana con un tenedor y un lorito.
Ah, la naturaleza viva. Sí, a veces se trata de dos etapas o dos cuadros que se combinan. Muchas veces es una naturaleza muerta pero asociando la palabra me parece un poco muerto el cuadro. Necesito que venga un poco de vida y ahí necesito el personaje, así sea un insecto, algo mínimo una langosta o cucaracha, lo que sea sirve.
Y hay un cuadro que tiene la operación inversa, predominan los animales con gestos humanizados y hay una pistola tirada, que es un objeto sin vida y que a la vez sirve para dar muerte.
Hubo una intromisión ahí extraña. Eso fue un día más de práctica porque pinte en un cartón, en esos cartones de leche que yo suelo pintar, con una preparación mínima. Me favorece que la preparación se seca rápido en el cartón, son casi bosquejos, se parecen poco a la acción del dibujo cuando uno se lanza un poco, ese era un juguete que tenía la mano. Esa pistola es de los pocos juguetes que me quedan.
Casi todos los personajes que aparecen en tus obras son referentes de la historia del arte, de la historia Argentina, de tu historia personal, e incluso aparece adentro de un trencito, Alejandro Rodríguez, otro artista plástico correntino.
Ahí hay una mini historia. Tenía ganas de hacer un tren y no recuerdo bien cómo se combinó, se acercaba el momento de la muestra y, como Alejandro en su muestra me había pintado mí, me había recordado y como que le debía hacerle uno, se me ocurre pintar su retrato, un mini retrato porque es chiquitito, eso hay que hacerlo bajo lupa prácticamente.
También has hecho mini retratos de La Mona Lisa en pequeñas cajas de fósforos ¿cierto?
Sí, me acuerdo que tal vez sea uno nomás, no estoy seguro sí había tantas cajas.
¿Sos un pintor nocturno?
Sí pinto preferentemente a la noche, muchas veces toda la madrugada. Se me va desplazando el tiempo, porque muchas veces terminaba a las cuatro, después paso las cinco, seis. Tuve esa etapa de mucho pintar hasta el mediodía. Un día aparecía a las nueve y otro día a las once y así. A veces llegué hasta las tres de la tarde, después ya se me corría todo el día.
¿Notás alguna influencia en lo que vos haces de alguno de los pintores que admiras?
Sí, en general admiro a varios y trataba de alcanzar a algunos. Los tomaba como referente y a veces como modelo sus obras. Trataba de emular un poco y copiarle para impregnarme de la técnica, de los procedimientos, todo lo que ellos representan. Copiaba caras, manos, brazos, por lo general el ser humano.
¿Quién por ejemplo?
Caravaggio, recuerdo. Pero fue una parte nomás del cuadro que pinte que tenía un gorila, un águila, pájaros, varias cosas, perros…Da Vinci también mucho.
Por eso aparece La Mona Lisa.
Sí, La Mona Lisa. También de las otra caras que representaba Da Vinci, las vírgenes, las chica de la armiño. Bueno a ese le puse un yacaré. Es el cuadro que está en la portada del catálogo de la muestra del Museo, pensé que iba a ser un carpincho, porque incluso anoté ahí en el muro, porque sonaba nomás el nombre; la Dama del Carpincho, sonaba parecido a la Dama del armiño. La Dama del yacaré no sonaba tanto pero si me sonaba a nivel representativo.
¿Y pones títulos a las obras?
Sí, todas tienen un título, interno por lo menos, aunque no me lo pidan. A veces veo qué y cómo voy modificando, eso hace que algunas obras cambien de título, todo tiene que ver con la composición.
En el último mercado de arte en Corrientes tuviste una importante repercusión, críticos de diarios porteños escribieron sobre tu obra cosas muy buenas. ¿Qué pasa con eso?
Pensé en llevar dos o tres cuadros, tenía cierta pesadez no sé por qué, pero me dijeron que traiga todo lo que quiera, y bueno lleve un montón ahí.
Yo como que no asistía mucho porque siempre estaba retocando algunas obras y por eso llegaba muy tarde. Al poco tiempo, un día me llama una periodista de La Nación, fue algo muy tranquilo, yo no tenía conciencia que era una nota. Pensé que estaba tomando datos referenciales míos por cualquier cosa, por tener panorama acá de la región.
Después me entero que todo eso prácticamente salió en La Nación literal. Casi digo “lamentablemente”, como dije que no me gustaba el chamamé, pero no era tan así tampoco.
¿Qué música escuchas Albert?
En realidad me gusta todos los temas lindos de todos los movimientos, todos tienen algo. Chamamé me pueden gustar diez, quince temas, música clásica me gusta unos cuantos también y la melódica, también mucho.
Cuando pintas ¿escuchas música?
Sí, muchas veces sí.
¿En qué estás trabajando en este momento que la muestra está ahí? ¿En tu taller qué hay?
Ahora estaba puliendo uno que tenía, que es una obra que empecé pintando en vivo en el Museo Bonpland. Todas las pinturas que empiezo en vivo después replanteo todo. Eso como decir, a veces como ni para punto de partida. Pero, sí.
¿Y trabajas en formatos grandes o te gustan los formatos más pequeños?
Siempre mediano y si es grande, igual incluyo la miniatura y por más que sea un cuadro enorme siempre va a haber algo chiquito, a la distancia por lo menos.
César Aira, en su cuento “Picasso” dice que el personaje está en un Museo de Picasso, va al bar y se pide una botella de leche y sale un genio de esa botella y le propone cumplir un deseo entre dos posibilidades: SER Picasso o TENER un Picasso. ¿Vos qué elegirías?
A veces es difícil elegir entre ser o tener, normalmente uno quiere ser uno mismo a pesar de cualquier tipo de cuestiones. Sí tener tal o cual cualidad, muchas veces pensé quisiera ser “así o asa”, tener un poco más de esto o de lo otro, inteligencia, qué sé yo, economía. Pero no tan fuera de uno, me costaría mucho.
No es que me embebí mucho por cada uno de los pintores que cito, tal vez una sea una forma utilitaria para desarrollar mi tarea, porque yo le doy más estudio a la obra que estoy haciendo en el momento, y lo necesito fundamentarme para esa obra. Voy haciendo para el trabajo, para el paso a paso del momento y a veces sí se me viene la teoría, todo lo que puedo lograr de los pintores, de lo que pueda servirme de ello. Utilizo, pero no estuve tan detrás de algo así como mimetizarme con alguno, pero yendo un poco a esa pregunta, supongo que ser Picasso.
La pintura es siempre un llegar a un lugar, para vos? Leímos en tu Facebook, que siempre estás hablando de retocar, de agregar, volver a la obra. ¿Llega un momento que decís “ya está”?
Es muy difícil para mí adelantar la pintura, o me han dicho por ejemplo que le entregue alguna y después me la prestan a la hora de la exposición, eso me cuesta mucho. Porque yo necesito ir viendo y voy retomando. Por más que la haya dado por terminada, en su momento, porque en esos golpes de vista que uno da después de haber dejado, encuentra otras cosas. Cuando se desgravó un poco de lo que se produce cuando uno está elaborando la pintura en el momento, se va un poco de la memoria y después te refresca, y uno tiene una visión más clara.
Esta entrevista se publicó en el Diario El Litoral
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