GERA BARRIENTOS - El trabajo de actor y director como pasión
- CARLOS LEZCANO y NATALIA SCHEJTER
- 25 may 2023
- 9 Min. de lectura
Actualizado: 31 may 2023

Gerardo Barrientos es chaqueño de origen pero vive en Corrientes hace 10 años y se dedica al teatro. Es un verdadero trabajador del teatro y un explorador. Actor de profesión, también es profesor; experimentó en la dirección teatral, la dramaturgia y está siempre dispuesto a montar una sala teatral en los espacios más impensados (aunque su imaginación no conoce ese límite). Concibe al teatro como una actividad grupal, solidaria y colectiva. Por eso desde abril está dando un taller cuatrimestral sobre el Personaje cómico, para los elencos de Teatro Comunitario de Corrientes.
Este profesional inquieto, además estuvo este fin de semana en Paso de los Libres presentándose con dos obras en la Fiesta Provincial del Teatro: su primer unipersonal “¿Y su oficio?”, que escribió, actuó y en el que es dirigido por Alberto Rosatto y como actor en “Té de Ambay”, escrita por Laura Virgile y dirigida por Marianela Iglesia.
En esta charla nos cuenta cómo es y cómo llegó a amar el oficio del teatro independiente, hablamos sobre el proceso creativo de unipersonal, sobre el manejo del humor y hasta nos permite bucear en su infancia.
¿De qué se trata la capacitación sobre el personaje cómico que estás haciendo actualmente para la gente del Teatro Comunitario de Corrientes?
El año pasado, a partir de ver la convocatoria de becas de formación o de estudio del Fondo Nacional de las Artes, se me ocurrió hablar con Diego Serrano, del Grupo La Utopía, para consultarle si estaban interesados en que yo presente esa propuesta de formación con ellos. Afortunadamente salí beneficiado, ahí charlamos y combinamos abrir más el panorama e incluir a la comunidad. Por suerte los dos teníamos la misma idea, él ya había pensado en invitar a Nancy Coronel y a su grupo “La 23” y abrir a toda la comunidad teatral y en general de Corrientes para que se sumen a este taller. Son tres meses, los sábados de 17.30 a 19.30 en la sede de la Asociación Civil Juan 23. Estoy muy contento, muy entusiasmado. Yo hice dos años de una formación sobre clown, comedia física y comedia del arte con la beca de estudio del Instituto Nacional del Teatro, luego me agarró la curiosidad y me picó el bicho de seguir estudiando eso y además quiero empezar a transmitir lo aprendido, creo que me moviliza a mí a seguir capacitándome. Por eso es que el taller atraviesa esos tres lenguajes: la comedia, el humor, y la comedia del arte. De todas maneras, los dos grupos que participan, están haciendo actualmente sus proyectos artísticos, otros a futuro, y por más que no sean proyectos de comedia, hay ciertas cosas que vemos en el taller como la presencia escénica, trabajar los elementos concretos de la actuación, la proyección de la voz, el ritmo, lo que atraviesa la actuación en general, ya sea comedia, ya sea una tragedia, ya sea un drama.
Los dos son grupos de teatro comunitario, y el género en sí tiene muchos tintes de humor, ¿no?
Sí, a partir de La Murga, por ejemplo, que aparece mucho. Y ellos me comentaban que dentro de los grupos de teatro comunitario, sus realidades son tan diferentes y tocan tantos temas de opresión, que la comedia es lo que les salva a ellos, de reírse de lo que les está sucediendo y denunciar desde ahí. Me parece buenísimo eso.
Hablaste del clown, la comedia física y la comedia del arte. ¿Qué tienen en común cada una de esas categorías?
Estudié con profesores de Buenos Aires, Julia Muzio y Jorge Costa, que hace muchos años se dedican a dar formación de esos lenguajes. Lo que tienen en común estos tres lenguajes es que buscan que el intérprete sea como autor de todo eso, o sea, a través de lo que uno entrena ahí, arme sus propias rutinas o sus propias dramaturgias. Entonces, aparece el concepto del creador-autor. Pero dentro del movimiento cómico del mismo cuerpo, a lo que uno le hace reír, de lo que uno quiere denunciar, de lo que uno quiere reírse de sí mismo. Es un trabajo muy personal de lo que cada uno quiere, que guíe el placer del juego lúdico y actoral.
¿Hay una diferencia entre hacer comedia física y hacer humor desde el lenguaje, la palabra? Deben ser dos mundos bien distintos, que no siempre están en la misma persona, ¿no?
Sí, exactamente. En mi caso, intento trabajar y estudiar más la comedia física, el cuerpo. Cuando era chico miraba las películas de Chaplin, de Buster Keaton. También me atrapaban las películas de Cantinflas, él tenía eso de la palabra, todos los trabalenguas y la forma que hablaba. Entonces, parece que hay una mixtura de ambas cosas que a mí me llama la atención. Entre lo que es estar inventando formas de hablar y voces, como también en lo físico, ver algún gag, algún remate o alguna curiosidad de cómo se mueve el cuerpo.
¿Es más fácil enseñar o entrenar la comedia física que desde la palabra?
Para mí es mucho más fácil entrar desde ahí. Primero el movimiento del cuerpo de cada uno, la forma de los ritmos, la forma de caminar, para que luego aparezca la palabra. Que cada uno vea cuál es su característica, como pisa, como camina, y eso hacerlo exagerado, minimizarlo, y van apareciendo diferentes formas. Y siempre se acompaña este proceso como algo lúdico, de juego, que sea placentero lo que estoy descubriendo. Por más que hoy no me lleve nada, no me sirvió nada, pero en algo me divertí.
Todo esto que estás contando, ¿después se transforma en un guión o no hay guión?
Sí, sí hay. Decía el profe que la conciencia construye. Cuando uno está improvisando y va haciendo, parece que luego de poner el cuerpo al juego, aparecen imágenes, relatos, y ahí una forma de decir. ¿Quién es este personaje?, ¿Qué está haciendo?, ¿Qué objetivo tiene? ¿En qué lugar está? ¿Qué quiere? Y ahí aparece un posible camino, un sendero de la dramaturgia.
“Y su oficio”, el unipersonal de tu autoría que estás presentando en este momento, también nace así ¿no? Contanos cómo fue ese proceso de construcción.
Sí, bueno, fue un poco así, terminar mi beca de dos años y a partir de la curiosidad de seguir investigando y estudiando, animarme a hacer, primero el desafío de un unipersonal y también de algo propio, de una dramaturgia propia. Está obra está inspirada en ciertas imágenes que yo tengo en mi niñez, no es totalmente autobiográfica. La media máscara que utilizo, fue inspirada en un personaje callejero de Resistencia que siempre me llamaba la atención cuando yo iba caminando de mi casa hasta el centro, y él estaba parado enfrente del San José como inspector de tránsito. Siempre me llamó la atención ese personaje. Y un montón de otros personajes más de mi barrio.
¿Quiénes?
Para poner en contexto, “¿Y su oficio?”, es la búsqueda de una persona que no encuentra su oficio y aparecen ciertos mandatos familiares. Entonces él porque le dicen, lo hace. Y ahí va descubriendo su éxito o su fracaso en lo que le van diciendo. Y aparecen en la obra muchos secuaces del taller de mi papá, de “la runfla de los culturales” y mi abuelo materno también aparece en algunas cosas.
¿Cómo fue esa experiencia de trabajar con máscara?
Primero, un desafío muy grande porque nunca trabajé con máscara. O sea, se dice que la nariz del payaso es una máscara expresiva, chiquitita, pero no una media máscara que te lleva a transformarte en otro, en este caso en una persona mayor, que ya te lleva a que transformar el cuerpo de otra manera y todas las expresiones tienen que estar al máximo expandidas en el cuerpo y lo único que no tiene vida es la máscara en sí. Hay que llenarle de vida al personaje, si el cuerpo no acompaña eso, se sigue viendo como una máscara dura, y no da vida.
Lo característico de la Comedia del Arte eran estas medias máscaras que utilizaban los arquetipos de estos personajes. Entonces dije yo, “ya probé sin máscara, a ver qué sería una actuación con máscara”. Y por suerte encontré a Alberto Rosatto, que es un amigo y quien me dirige, y también es un loco apasionado de todo lo que sea la comedia y las máscaras. Él me ayudó a entrenar, a encontrarle un ritmo, a encontrarle la posición del cuerpo, la expresividad de la voz. En una máscara es muy loco que un centímetro más, un centímetro menos en tus movimientos, cambia totalmente la expresión. Así que sigue siendo un desafío, algo totalmente nuevo para mí.
¿De dónde crees que te viene esto? ¿Por qué aparece en vos esta necesidad expresiva?
Primero para continuar jugando, me parece. Creo que es básicamente eso. En el juego encuentro un momento de mucha libertad. Esto también lo pensaba el otro día cuando les pregunté a la gente del teatro comunitario que les motiva hacer teatro, que les trae acá un sábado a las cinco y media de la tarde. Porque estamos acá, en una ronda. Varios decían: “porque me divierto”, “porque en esta obra me olvido de los problemas”, “porque salgo de mi casa a otro sitio”. Y pensaba, esas respuestas están bastante parecidas a lo que yo pienso, es cómo mi experiencia de porque hago teatro, es decir, me divierto, juego, quizás lo hago hoy en día con más consciencia del oficio, y no como hobby. Y también en un ensayo, en una en una función es como que si, uno piensa que está en otra realidad y aleja la muerte.
El juego en general alude a la niñez ¿Cómo eras cuando eras chico?
Tenía dos pasiones muy grandes. Unas que creo que las dejé, o las abandoné: eran la pesca y el fútbol. Amo el río, pero ya no hago el deporte de pescar al animal, no como pescado. Desde los dos años, mi papá me llevaba al río en la lancha. Yo soy de Resistencia y en mi cumpleaños número dos ya me festejaron en la Isla del Cerrito y ya me subieron arriba en la lancha y ya salí al Paraná. Y yo me acuerdo que mi juego favorito era en la casa de mis viejos, en el patio, con cajas de manzana, armar la lancha con dos bidones de aceite, mi viejo era mecánico, armaba el motor y con mi vecino Héctor o mi amigo imaginario Juan Chulo, jugábamos que estábamos pescando y pasaban los perros por el patio y decía “allá saltan los dorados”, y desarmaba toda mi lancha y me iba a otro sitio de mi casa, volví a armar la lancha y todo eso era como que yo lo que yo hacía con mi viejo y escucharlo a mi viejo, así allá y vamos a cambiar un lugar y era como desatar la lancha, irte a otro sitio, volvía a tirar la caña.
Después el fútbol era lo mismo, jugaba a ser Navarro Montoya atajando penales y era fanático de Boca, y armaba con una tacuara, un mango, una soga, el arco y jugaba. Y eso también lo aprendí, del oficio del teatro independiente. Me encanta ir si tengo que poner las sillas, las pongo, si hay que colgar algo, lo cuelgo. Armó el espacio escénico para jugar, luego desarmar. Eso es lo que más me llena.
¿Cuándo empezaste a estudiar teatro?
Comencé a estudiar teatro en la capilla San Juan, de mi barrio en Resistencia. Y a cinco cuadras queda la parroquia Asunción, que tenía el salón parroquial, donde ahí hacíamos las funciones. Y era eso, ir temprano, baldear, armar la caja negra con tela vegetal negra, actuar, y desarmar. Me acompañaba Miguel Urbe, que fue mi primer profe de teatro y el que me transmitió la pasión del teatro independiente.
¿Cuándo y por qué decidiste ser profesional de esto?
No hace mucho. Sí, he probado un montón de cosas. Mi primera carrera de terminal secundario fue técnico radiólogo, me recibí, pero nunca saqué una radiografía. Y me parece que hubo un cambio en mí cuando empiezo teatro en este grupo de jóvenes de la capilla, y yo era el que tenía el rol del cómico, de imitar la voces de los sacerdotes, muchos son polacos, entonces hablaba ese polaco español, y yo lo imitaba y la gente que entraba y escuchaba pensaba que yo era ese curita viejo polaco. Había un humor ahí que aparece en la obra, un humor religioso que también. Si un sacerdote se iba a otro lado, y se hacía una fiesta de despedida, yo era el encargado de hacerle como un monólogo cómico de despedida. En la kermes yo era el que tenía que animar. Y bueno, dentro de todo eso se me acercó una amiga del barrio que estaba estudiando Medicina, que en ese momento la habían invitado a una charla que iban a hacer por primera vez en Resistencia de Payaso Hospital, y cuando fue, dice que se acordó de mí y me dijo: “vos tenés que hacer eso”. En ese momento yo ya estaba haciendo teatro en la capilla, que era muy autogestivo, muy hobby, pero se notaba que yo era el más fanático del grupo del teatro, yo acarreaba a todos, que no falten a ningún ensayo, que ornamentemos todo para dejar la sala como un teatro. Y así fue que después hice Payasos de Hospital y me gustó. Ahí me fui metiendo cada vez más, estudié la carrera de acompañante terapéutico porque me empezó a llamar la atención y quería dar talleres de teatro en discapacidad y salud mental, a lo que me dediqué mucho tiempo. Y la carrera me dio herramientas para conocer sobre diferentes patologías, diferente población, porque sentía que la gente que se acercaba al teatro tenía mucho respeto y no quería meterse en ese ámbito y que es respetable. Y ahí fue que empecé a trabajar en salud mental, en Resistencia, dando talleres de teatro. Y una vez que vine acá a Corrientes, ya son diez años, empecé como en Chico Pleito con Ale Barbosa, después con Marianela Iglesia hice Clown y ahí dejé el acompañante terapéutico, y me dediqué exclusivamente al teatro.
Esta entrevista se publicó en el Diario El Litoral el 21 de mayo de 2023
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