GUSTAVO FONTÁN - Leer el río, observarlo, filmarlo
- MARCEL CZOMBOS Y NATALIA SCHEJTER
- 31 ago 2023
- 5 Min. de lectura

Este sábado 2 de septiembre a las 21 hs se proyectará en el Espacio Audiovisual de la Feria del Libro de Caa Catí, “El limonero real”. Se trata de una película de Gustavo Fontán, adaptada del libro homónimo del santafesino Juan José Saer. La mítica feria del libro, es un mágico espacio de encuentro y de intercambio con escritores y hacedores culturales. Gustavo Fontán estará allí presentando la película y conversando con el público.
Si bien Gustavo es un referente del documentalismo también hace ficción. Uno de los puntos interesante en su obra es bucear en la dispersión de ese límite, podemos hablar de documentales ficcionalizados o de ficción documentalizada. Sobre este punto, así como del corrimiento de los límites (o la confluencia entre los mismos) entre la literatura y el cine, la transposición de lenguajes y la poética del cine, estuvimos conversamos con Gustavo en Radio UNNE de cara a su visita a la provincia de Corrientes.
- ¿Cómo surge filmar “El limonero real” de Saer y cómo es pasarlo a un lenguaje diferente?
- Yo leí ese libro como estudiante de letras, antes de empezar a hacer cine, y me provocó un impacto, como que uno no entiende bien qué es lo que está leyendo, pero que deja una marca profundísima. Había un lenguaje nuevo, una forma de construir las imágenes y demás, que me impresionó mucho desde el principio. Fue el primer libro que leí de Saer. Y luego hubo una segunda circunstancia, que fue conocer el río Paraná, conocer las islas, conocer a sus habitantes, conocer la luz. Entonces, entre esas dos instancias, la literatura y la real, en algún momento esto se fue estructurando, dándome el deseo, la necesidad de hacer una adaptación de “El limonero real”. Yo creo que cuando uno trabaja con un texto literario o una cosa que es ajena, de algún modo empieza a sentir que se puede apropiar de algunas imágenes y que puede transformarlas en imágenes propias. Esa posibilidad de entender que allí hay algo que es afín a su sensibilidad y a su posibilidad de generar imágenes en torno a eso. Ese fue el origen de ese trabajo y de la enorme felicidad de poder llevarlo adelante.
-¿Cómo es el proceso de adaptar un libro a una película?
- Creo que es importante que esa adaptación o transcripción comience en un acto profundamente amoroso al libro, de conocimiento de cada palabra, cómo construye las imágenes. Pero luego, en el pasaje de lenguajes, hay una traición necesaria. No se puede, de verdad, adaptar el libro. Menos un libro como “El limonero real”. Entonces uno parte del libro, ama a ese libro, ve procedimientos del libro, pero luego la película debe cerrarse en su propia lógica, porque si se vuelve obediente al texto, no hay forma de hacer una película. Me parece que ahí en ese acto de traición hay una lógica que permite, que la película se cierre sobre su propia necesidad, y que sea una sombra del libro. A mí hay escenas del libro que me encantan, por ejemplo, todo ese momento que llevan el carro con sandía, o el momento que llegan a la isla por primera vez en medio de la niebla Wenceslado y Chico, pero no había forma de ponerlo en la película. No había porque no hay forma de recuperar todas esas instancias literarias, todo ese mundo. Y, bueno, uno sabe que siempre en esos deslizamientos puede haber alguien que te diga ¡Uy, el carro con sandía! Bueno, no está el carro con sandía.
- ¿Dónde se filmó El limonero real?
- Se filmó en Rincón, muy cerca de donde Saer tenía su casa. Allí en la orilla construimos los ranchos porque no había posibilidad de encontrar ranchos como los que buscábamos en un lugar más o menos accesible. Entonces los construimos siguiendo las técnicas de construcción de adobe, buscamos especialistas en eso. Los construimos ahí en la orilla y nos decían que era una locura porque podía subir el agua. Y sin embargo el agua nos acompañó mansa durante todo el tiempo de rodaje y vos sabés que algunos meses después el agua subió y se llevó a esos ranchos, pero el sol y el agua nos acompañó amablemente durante todo el tiempo de rodaje.
- Siempre hablás del cine como una construcción colectiva, y la posibilidad de conciliar sensibilidades. Las imágenes que tiene la película son una preciosura poética. ¿Cómo fue el trabajo con Diego Poleri en la dirección de fotografía?
- Diego es un genio, ya habíamos hecho varias películas juntos. Diego tiene una enorme sensibilidad y además es un fotógrafo dispuesto a escuchar cuál es la dirección que le queremos dar a las imágenes. No es que define un estilo propio y él hace siempre un tipo de imagen, sino que es una persona atenta a qué es lo que la película necesita en la construcción de imágenes. Y el trabajo con él siempre es maravilloso porque pensamos mucho la película antes de filmarla, vamos a los lugares. Diego me dice, “bueno, esta escena con esta luz, acá nos conviene filmarla entre las 3 y las 5 de la tarde”, porque él entiende cómo se mueve la luz en ese sector, en ese momento. Y ahí fíjate que aunque es una ficción hay algo también de lo que podemos entender como documental: la captura de la luz afectando al mundo (aunque luego haya un actor o una actriz ahí parados). Y también fue maravilloso el trabajo con el queridísimo, Abel Tortorelli, ayer se cumplieron 3 años de su fallecimiento. Abel es el sonidista, hizo un trabajo maravilloso en la captura de ese universo sonoro, de los matices del espacio, del lugar, del agua. Y claro, lo que hace un director es eso, entender que es un trabajo colectivo el cine y que lo que hacemos como directores es otorgarle una dirección justamente y poder reunir esas sensibilidades y que funcionen juntas para el mismo lado.
- Sos licenciado en letras y también director de teatro y cine, en tu proceso creativo, ¿siempre lees pensando en imágenes de cine o teatro? ¿Cómo es tu vínculo con la lectura?
- El vínculo con la lectura para mí es muy emocional. Yo te diría que no podría vivir sin leer. Mi abuelo materno Salvador Merlino fue un poeta bastante importante en su generación. Salvador se murió un año antes de que yo naciera, entonces mi madre, por el dolor que eso le provocaba, de chiquito no me cantó, me decía los versos de su padre. Y esa música de alguna manera debe haber quedado, entonces la lectura para mí, desde siempre, fue como una especie de lugar vital, donde hay encuentros de una enorme potencia, reencuentros con mundos maravillosos. Primero estudié letras y el cine para mí empieza recién a los 30 años. Miro donde estoy y me veo rodeado de pilas de libros. Ahora, para mí no todos los libros son factibles de ser pensados como películas, hay libros maravillosos que no sabría cómo hacer una película con ellos. Para mí tiene ese lugar íntimo la lectura que es como una especie de isla que anhelo permanentemente y me maravilla siempre.
Esta nota también se publicó en el Diario El Litoral.
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