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JORGE DUBATTI - “El convivio es uno de los tesoros culturales más maravillosos de la humanidad”

  • Foto del escritor: CARLOS LEZCANO Y NATALIA SCHEJTER
    CARLOS LEZCANO Y NATALIA SCHEJTER
  • 24 oct 2023
  • 9 Min. de lectura

Jorge Dubatti es uno de los más importantes teóricos e investigadores argentinos contemporáneos, un verdadero “influencer” de la teoría teatral. Formalmente es doctor en el Área de Historia y Teoría del Arte por la Universidad de Buenos Aires, director del Instituto Teatral Ricardo Rojas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y subdirector del Teatro Nacional Cervantes, y un largo etcétera.


En 1989 obtuvo el premio al mejor egresado de la carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires otorgado por la Academia Argentina de Letras; 34 años después, con centenares de libros publicados, y decenas de premios ganados, la misma Academia (fundada en 1931) lo suma como miembro de la misma.


Desde las provincias conocimos y leímos sus ediciones de las obras completas de Eduardo Pavlosky, Mauricio Kartun, Ricardo Bartis, Rafael Spregerburd, Daniel Veronese o Alejandro Urdapilelta. También aquel libro liminal para muchos de nosotros: Batato Barea y el nuevo teatro argentino o el Teatro Jeroglífico, herramientas de la poética teatral El convivio teatral.

Dubatti desde esos libros o desde la crítica publicada en diarios nacionales o el programas de radio, nos transmitió no sólo saberes sino sobre todo el amor al teatro nacional. Teatro entendido como una poética del cuerpo. Gracias a él fuimos a ver Rojos, globos, rojos, Máquina Hamlet, Martha Stutz, Mein Kampf o tantas obras.


En esta entrevista conversamos de su alegría por este ingreso, nos contó sobre las funciones de esa institución, charlamos del teatro post-pandémico y nos dio un panorama historiográfico sobre el crecimiento teatral en todo el país en estos 40 años de democracia.



¿Qué significa para vos y para el teatro el ingreso a la Academia Argentina de Letras? ¿Cómo vivís este momento?

Personalmente lo pienso como el sueño del pibe. Yo he trabajado toda mi vida en el mundo del teatro y de las letras teatrales. Así que el hecho de que los académicos me hayan votado es un sueño realizado. Creo que si me han dado la posibilidad de ingresar es porque quieren que el teatro esté representado en la Academia. Y eso es lo que me pone más feliz, que podamos tener un espacio para las actividades teatrales, para las dramaturgias, para el análisis de la historia y para las memorias del teatro. Todas las literaturas del acontecimiento teatral en la Academia Argentina de Letras. Lo que sí me gustaría decir es que no soy la primera persona que ingresa a la Academia vinculada a los estudios teatrales. Han estado antes, Enrique García Velloso, Alfredo de la Guardia, Raúl Héctor Castagnino, entre otras personas que se han dedicado al teatro. Así que siento como una gran responsabilidad y una gran alegría al mismo tiempo poder estar trabajando hoy por el teatro en la Academia.


¿Qué funciones tienen para la sociedad en la Academia Argentina de Letras, qué tipo de actividades son las que vas a realizar ahí?

La Academia tiene un reglamento que se centra fundamentalmente en tres grandes áreas. Por un lado, el área de la creación, vinculada a la literatura, la poesía, el ensayo, el cuento, la narrativa, el teatro. Es decir, estimular la producción literaria. Por otro lado, estimular los estudios sobre la lengua. No solamente el castellano o el español, sino también las lenguas que están relacionadas con los pueblos originarios y con todas las variantes y singularidades de lenguas como el lunfardo, por ejemplo. De hecho, después de mí se incorporó a la Academia Oscar Conde, que es uno de los grandes especialistas en lunfardo. Él también está en la Academia del Tango y en la Academia del Lunfardo. Y por otro lado, todo lo que tiene que ver con la historia, el análisis, ya que no se trata solo de promover, por ejemplo la escritura de cuentos, sino también de promover el análisis, la historia, la publicación. Siento que la Academia cumple una función muy patriótica, en el sentido de lo que decía Horacio González, este gran ensayista y teórico argentino que escribió un libro que se llama Restos Pampeanos, donde analiza viejos libros, fundamentalmente de sociología, ensayos, y en un momento dice una cosa muy bella: “La patria es un conjunto de libros”. Creo que en ese sentido hay una conciencia muy fuerte de la Academia Argentina de Letras por promover el desarrollo de la patria como un conjunto de libros, y también promover el estudio, el cuidado, el archivo, la edición de esos libros que son la patria. A mí esa frase de Horacio González siempre me resulta muy conmovedora. Pensar a Corrientes como un conjunto de poemas, de cuentos, de novelas, de ensayos, de obras teatrales. Es una idea muy hermosa.


Una parte muy importante de tu tarea es el registro de dramaturgias que suceden en escena, sus procesos creativos, ¿Cuándo arrancó esa pasión por la historiografía teatral?

Desde muy chiquito empecé como investigador. A los 19 años, tuve la suerte de ganar un concurso en la universidad, que me permitió, siendo alumno todavía, entrar como investigador en el Instituto de Literatura Argentina “Ricardo Rojas”. Y ahí empecé a tomar contacto con todo el universo de las ediciones, de las historias, de los estudios. Por ejemplo, me fascinó leer la historia de la literatura argentina de Rojas, en esos cuatro tomazos gigantes que publican hacia 1917. O me fascinaron los tomos que coordinó Arrieta, que son, La historia de la Literatura Argentina de Peuser. Me fascinó todo el tema de las ediciones. Ricardo Rojas publica una cantidad de libritos que son documentos para la historia del Teatro Nacional, donde está el Juan Moreira de Gutiérrez Podestá, por ejemplo, que no había sido publicado. Entonces, yo desde muy joven sentí un enorme placer en esta idea de rescatar y preservar el pasado literario, el pasado teatral. Mi primer libro de edición es del año 1991, donde publiqué Postales Argentinas, de Ricardo Bartis, ahí también publiqué Cuesta Abajo, de Gabriela Fiore, y Pred na Hubré, de Alejandro Solomianski. Y a partir de ahí no paré de editar libros, hoy estoy muy feliz de haberlo hecho, porque se conservan esos textos, no se perdieron, gracias a que están en el formato de libros. Desde entonces hemos hecho unas cuantas colecciones de teatro, y hemos publicado 200 libros: obras de Los Macocos, de Urdapilleta, de Kartun, de Spregelburg, de Alejandro Finzi, y muchos más, sería muy larga la lista. Esta es otra de las cosas que me da mucha felicidad de estar en la Academia, que vamos a poder empezar a editar también desde la Academia volúmenes de teatro. De hecho, los herederos de Ricardo Monti, un gran autor argentino, un maestro descomunal, me han dado los derechos para sacar un primer tomo con sus obras, siempre editando con estudios, con materiales que permitan también el pensamiento sobre esa producción.


¿Cuál es tu visión grosso modo, del rol del Teatro Nacional en estos 40 años de democracia?

Diría que toda su vida el teatro ha acompañado los procesos de la patria, los procesos de la construcción de la Nación y muy especialmente lo ha hecho en los últimos 40 años que han sido de una riqueza. Podríamos decir que ya cambió la historia del teatro argentino porque la historiografía clásica le llama Edad de Oro o Época de Oro del teatro argentino a la primera década del siglo XX, 1901 a 1914 que sería cuando los Podestá se instalan en el Teatro Apolo, hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial. Pero si uno ve la riqueza de producción, de institucionalización, de ediciones de maestros y maestras, de escuelas, del desarrollo del Instituto Nacional del Teatro. En este último periodo de post dictadura, del 83 para acá, verdaderamente la Época de Oro sería la contemporánea. Es decir, hemos desplazado aquella época, que fue una hermosa época pero que no tiene ni sombra de la importancia que tiene el teatro en el país. Pensemos que además en la post dictadura se producen procesos de federalización maravillosos, por ejemplo la aparición del Instituto Nacional del Teatro y la consideración de que todo el país en todos sus territorios hacen teatro. Y por otra parte, ahora como Subdirector del Cervantes con Gladys Contreras, la directora, construimos una Red Federal de Teatros que no existía en la Época de Oro y que reúne a todos los teatros argentinos que no son del INT. O sea: teatros públicos, oficiales, municipales, provinciales, teatros gremiales, teatros de las comunidades como los teatros españoles, teatro italiano y los teatros universitarios también. Estamos construyendo una institucionalización para el teatro en esta post dictadura, que realmente desplazó aquella época de oro, por lo que la llamaríamos una época de plata. Tanto por la cantidad de producción, por la internacionalización, por la manera más inteligente de pensar el teatro porque vieron que antes el teatro se pensaba como una obra escrita por un dramaturgo, que era representada por un grupo de actores en una sala y hoy tenemos un concepto mucho más amplio del teatro. Creo que los últimos 40 años el teatro ha crecido muchísimo y ha contribuido a una vida social más plena, a un mayor conocimiento de nuestras identidades, de nuestros conflictos y sobre todo de nuestros desafíos a futuro.


Háblanos de la idea de convivio teatral y este vínculo que empezó a tener, gracias a vos, con la filosofía.

Cuando saltaba del libro al teatro, cuando pasaba de leer solo en mi casa, a ir a un teatro, siempre me impactó que el teatro trabaja sobre la idea de la reunión, esta idea de convivio. La gente se junta, para vivir una experiencia en un territorio, en presencia física y es en esa zona territorial donde surge un campo de experiencia que no lo tenés cuando estás solo o cuando te relacionas por Zoom de manera tecnovivial. Aclaremos que el teatro tiene su fundamento en el convivio, pero el convivio es mucho más que el teatro; hay convivio en la cancha, en la iglesia, en las aulas universitarias, en los mercados, en las casas. Es decir, la humanidad necesita del convivio y lo maravilloso del convivio teatral es que te da un tipo de experiencia artística que solamente te la puede dar el teatro y no te la puede dar otra práctica. Yo lo sintetizaría diciendo que nos reunimos en el espacio físico, en una encrucijada del tiempo y del espacio y alguien dentro de esa reunión con su cuerpo, con el mismo cuerpo con el que vive, alguien empieza a producir un mundo paralelo, una metáfora, lo que Aristóteles llamaba poiesis, de ahí viene la palabra poesía. Pero lo más conmovedor es que es poesía hecha con el cuerpo. Y quienes están en la reunión, empiezan a observar esa producción lo que llamaríamos la expectación de la multiplicación, de convivio, poiesis corporal y expectación surge una zona de experiencia única, que yo me atrevo a definirla como uno de los tesoros culturales más maravillosos de la humanidad. A mí me conmueve mucho esto de la capacidad de reunirnos en territorio y de que alguien pueda empezar a producir con su cuerpo un mundo con otras reglas, y que alguien empiece a observar y que surja de esa multiplicación una zona de experiencia que insisto, es una de las grandes fórmulas culturales de la humanidad, porque además parecía que la pandemia la había destruido y volvió. Este tesoro cultural tiene una capacidad de sobrevivencia que nos sorprende, y se puede hacer en una plaza, en un geriátrico, en una sala, en un aula, en medio de un mercado, eso es lo que me conmueve de lo que llamaríamos el acontecimiento teatral.


A grandes rasgos y con la pequeña distancia histórica que tenemos para mirar la pandemia ¿Afectó en alguna medida el teatro? ¿Quedaron rastros, cambió algo?

Yo creo que quedaron muchos rastros, primero las personas que se fueron, lamentablemente falleció muchísima gente de teatro y otras se precarizaron mucho. La gente que vive del teatro la pasó muy mal en la época de la pandemia. Pero lo que siento también es que la tecnologización nos aportó nuevos lenguajes, hemos incorporado al convivio, proyecciones, videos, hologramas, ha habido ahí algo muy interesante por el cual se ampliaron los lenguajes del teatro que quiero aclarar, ya venían ampliados de antes, pero de alguna manera la pandemia hizo que se multiplicara esa alfabetización tecnológica en los teatreros. Y lo que más resaltaría, es que hemos recuperado la dimensión cultural del convivio. Al estar restringido en la pandemia, al sentir la necesidad del convivio y no podernos reunir porque el convivio produce contagio, empezamos a extrañar muchísimo. Algo que antes nos parecía tan sencillo y familiar como era darse un abrazo, encontrarse en un territorio, de golpe estaba prohibido. Creo que en ese sentido los convivios volvieron recargados, es como que ahora la gente dice “que suerte poder encontrarse, reunirse“ ya sea para tomar mate o para ver un partido o para ver una obra de teatro. Entonces el aspecto más positivo es que hemos revalorizado el convivio como una de las grandes experiencias humanas y por lo menos en Buenos Aires yo veo los teatros llenos, el teatro volvió con muchísima fuerza. No solo el teatro, toda la cultura convivial, la cantidad de gente en los restaurantes, en las clases, en los estadios, yo creo que hemos recuperado el amor y el valor del convivio.


Esta entrevista se realizó en Todos los vientos , programa de Radio UNNE y se publicó también en el Diario El Litoral

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